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«Benditas» purificadoras

En mi primer año como oficial de máquinas a bordo de los buques tanques de  Corpoven filial de PDVSA,  estaba por recibir una de las más grandes lecciones que he recibido en mi vida.  Cómo tercer maquinista, tenía bajo mi responsabilidad ciertos equipos de la sala de máquinas, a los cuales debía hacer el mantenimiento y las reparaciones, entre estos, las «purificadoras» (ver la foto) que son los equipos que remueven las impurezas y el agua del lubricante y del combustible de las máquinas principales por medio de la acción centrifuga.

En mi primera guardia nocturna, procedí a encomendar cada uno de mis equipos a Dios, imponiéndoles las manos y haciendo una poderosa oración de fe por ellos, rogándole a mi Dios que ninguno de mis equipos presentara fallas mientras estuviera abordo. Con ese acto de fe, me sentía confiado en que Dios me iba a ayudar con mis responsabilidades.

Pero jamás imagine lo que se me venía en los próximos 12 meses. Para mi sorpresa total, mis «consagrados» equipos empezaron a presentar toda clase de fallas, tantos eran, y de manera tan repentina e inexplicable, que mis compañeros comenzaron a echarme broma diciendome que tenía que bañarme con «cariaquito morado» para quitarme ese mal o la brujeria que había caído en mis equipos.  Fueron muchas las horas que pasé, desarmando, armando, revisando los manuales, los sistemas, las válvulas, los componentes, aun investigando todas las posibles causas de las fallas. Recuerdo que a una de esas benditas purificadoras le llegue a cambiar todas sus piezas a ver si daba con el problema. Y así, con mucha vergüenza, pase mi primer año, un poco frustrado y preguntándole a Dios por qué no me había ayudado. 

Pero fue en la siguiente temporada abordo, que entendí por qué Dios había hecho todo lo contrario a mis oraciones: las frecuentes fallas me habían vuelto UN EXPERTO en purificadoras, ¡siiiii!, llegué a conocer también esos equipos que sabía cómo hacer que funcionarán eficazmente.

Dios me había hecho entender que los problemas son muchas veces necesarios en la vida para ayudarnos a crecer, y que si no hubiera tenido todas esas fallas no habría aprendido bien el funcionamiento de esos equipos. Entendí por experiencia propia lo que le paso a un creyente que le pidió a Dios paciencia y Dios le respondió enviándole tribulaciones, para que aprendiera a tener paciencia. Ciertamente Su Palabra dice que «la tribulación produce paciencia», así como » todas las cosas ayudan a bien», incluso las malas.

Ciertamente fue para mí una gran lección que me ha enseñado Dios de sacar provecho de las circunstancias adversas. 

¿Y a usted le ha sucedido algo similar? ¿Ha podido ver el propósito de Dios en las malas experiencias?

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